Tras años de fracasos, Telefónica ha salido poco a poco de Latinoamérica. De Perú ha salido directamente corriendo

Telefónica se despide de Perú con pérdidas millonarias, una venta simbólica y un enorme alivio. Más que vender, se ha librado de un lastre

Tef
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Telefónica ha vendido su filial en Perú a la argentina Integra Tec por 900.000 euros, según ha anunciado la teleco. Un precio casi simbólico, pero también un punto final a uno de sus mayores quebraderos de cabeza en América Latina. La operación incluye la venta del 99,3% de las acciones y de créditos financieros impagados.

Por qué es importante. Esta operación representa más que una desinversión. Es un corte quirúrgico. Telefónica reduce su exposición en un mercado con fuerte inestabilidad regulatoria, conflictos fiscales sin resolver —aún reclama 1.122 millones al Estado peruano— y un deterioro operativo crónico.

Entre líneas. Telefónica no ha hecho una venta, ha firmado una liberación. El negocio en Perú acumulaba una deuda de más de 1.200 millones de euros y registró pérdidas de 872 millones solo en 2024. Su filial estaba en concurso de acreedores y las perspectivas eran cada vez peores.

En detalle:

  • Integra asume la deuda y lanza una OPA por el 0,7% restante.
  • El crédito pendiente (394 millones de euros) será desembolsado parcialmente por ambas partes.
  • La continuidad operativa está garantizada para los 13 millones de clientes.
  • El concurso de acreedores sigue en marcha, liderado ahora por Integra.

El telón de fondo. Perú no es un caso aislado. Telefónica ya salió de Argentina y Colombia entre otros países del continente. Y a toda prisa.

La estrategia es clara: retirarse de Hispanoamérica, salvo Brasil, ante años de rentabilidad menguante. El foco se desplaza hacia Europa y mercados más previsibles.

Entre bambalinas. Durante años, Perú fue uno de los motores de Telefónica en América Latina: alta penetración, liderazgo de mercado, buena rentabilidad. Pero el negocio se fue degradando, lentamente primero, y luego a toda velocidad. La tormenta perfecta combinó tres factores:

  1. Una ofensiva fiscal del gobierno peruano.
  2. Una deuda desbocada de más de 1.200 millones de euros cuyo principal acreedor es la SUNAT, el organismo tributario peruano.
  3. Y una caída sostenida de ingresos.

En 2024, las pérdidas se dispararon un 450%. Telefónica intentó salvar la filial: litigó contra el Estado por más de 1.000 millones, buscó socios para una nueva red de fibra y mantuvo la operativa con inyecciones de urgencia. Pero nadie quiso subirse a un barco que hacía aguas por todos lados. Cuando las negociaciones con Entel y KKR fracasaron a finales de 2024, ya solo quedaba una opción: apagar las luces y salir corriendo.

Sí, pero. Aunque se alivia de un peso muerto, Telefónica no escapa ilesa. El litigio fiscal en el Ciadi sigue abierto. La reputación ha quedado tocada tras años de inacción y promesas frustradas de reestructuración. Y el precio de salida —lo que cuesta un piso en Arganzuela— escuece.

En perspectiva. Telefónica Perú fue, durante décadas, una joya de su expansión internacional. Ahora es símbolo de la descomposición de un modelo que no supo adaptarse ni resistir. Cerrar este capítulo en Perú pesa más en la estrategia que en la contabilidad.

Ahora queda comprobar si este giro es suficiente para sanear el balance del grupo, pese a que Pallete redujo su deuda a la mitad... o si quedan más capítulos incómodos por escribirse.

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